jueves, 31 de mayo de 2007

El poder de las ciudades

Las ciudades de los siglos XIV y XV
Típica ciudad medieval amurallada.
La ciudad no era una realidad nueva en la Europa de estos tiempos. Ya desde el siglo XI, habían florecido en distintas partes centros urbanos de importancia, pero recién en el transcurso del siglo XIII, algunos de éstos se consolidaron como polos de atracción y centros de acumulación de riqueza. Particularmente, las ciudades italianas y las pertenecientes a la Liga Hanseática sobresalieron por su pujanza y su poderío a nivel regional.
Ciudad medieval rodeada de campos que estaban bajo su protección.
Las ciudades, si bien crecieron a costa de las migraciones desde el mundo rural, no rivalizaron con las actividades del campo. Se produjo más bien una complementariedad, donde el núcleo urbano ofrecía sus encantos a los campesinos y aventureros y, a su vez, recibía los frutos de las actividades agrícolas que se desarrollaban a su alrededor. Su ubicación estratégica en los cruces de los grandes caminos, en las costas mediterráneas y a orillas de los ríos, le permitieron ejercer un control del espacio aledaño. Como señala el historiador Fernand Braudel en su clásica obra sobre el Mediterráneo, "las ciudades se nutren del movimiento... . Cualquiera que sea su forma y su emplazamiento, el basar, el mercado, la ciudad, es siempre el punto en que desemboca una multiplicidad de movimientos. ... Todas las imágenes evocadoras y explicativas de la vida económica son imágenes de movimientos, de rutas y de viajes".
Desembarco de mercancías en un puerto fluvial de la Europa del norte.
Los núcleos urbanos, gracias al control de vastas redes comerciales dentro y fuera de Europa, se pusieron a la cabeza de los progresos técnicos que se estaban generando en distintas partes del mundo mediterráneo y del lejano Oriente. Así por ejemplo, desde las regiones árabes se conoció la vela triangular, y desde la China de los mongoles la familia veneciana de los Polo trajo a Europa la brújula y los sabrosos tallarines.
Grabado alemán que ilustra la revolución comercial y monetaria. Obsérvese la tarea de embalaje de las mercancías, la labor del banquero que cuenta sus monedas y el concurso que escribientes y contables prestan a barcos y compañías comerciales.
Por otra parte, las ciudades, en especial las italianas, se alzaron como vanguardia del capitalismo comercial al emplear antes que nadie instrumentos financieros como la letra de cambio, la contabilidad moderna (cálculos anticipados de costos y beneficios) y el préstamo a interés. Se podría pensar, entonces, que las ciudades, al poseer grandes capitales, impulsarían un proceso de expansión. Pero no fue así, porque ellas ya tenían el monopolio del comercio con Oriente a través del control de las rutas mediterráneas. En cambio, fueron los Estados monárquico-territoriales, más ricos en hombres y en espacio, los más interesados en abrir rutas alternativas a las ya dominadas por las ciudades.

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